Un banco repleto de gente, cada una en su silla haciendo lo mismo, "esperando su turno”.
El, acaba de entrar a esa sala de torturas, a la “amansadora” (como le suelen llamar a las salas de espera). Busca un asiento y se dispone a reposar, mientras casi al mismo tiempo saca de su bolsillo su baraja de póker, que lo acompaña a todos lados como si fuese su sombra.
A la derecha de él… una dama, y a la derecha de la dama otro caballero, que conversaban entre sí como matando el tiempo, un tiempo muerto, un tiempo de espera, un tiempo perdido.
Aquel fulano, en ese tiempo de espera, para no darlo ni por muerto ni por perdido, se dedicaba a practicar con la baraja, pretendiendo hacer bailar los naipes entre sus dedos.
De repente la dama se percata de lo que estaba haciendo aquel fulano de tal y le dice en tono audible al caballero de su derecha: “Mirá, él se vino preparado.” Se gira hacia su izquierda y le pregunta:
-¿Qué estás haciedo? ¿Jugás sólo?
-No, no juego sólo. Solo practico. (respondió el fulano de tal).
-¿Qué practicás?
-Mirá: “elegí una carta...”
Fueron tan solo dos juegos, pero los suficientes para en vez de matar el tiempo muerto; crear la ilusión de que el Tiempo no existe.
-El Farabute-
(aquel “fulano de tal”)
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