jueves, 14 de febrero de 2013

Un Navegante Errante.



Pasó tanto tiempo como agua bajo un puente del río de la Plata, que ya no le quedan más que un par de recuerdos hechos jirones.
Tal vez sea una suerte de mecanismo de defensa, o tal vez es el futuro siempre limpio y en blanco ejerciendo su acción de prensa, su publicidad cómplice con un destino que tal vez nunca  ya estuvo  escrito.
“No pisar lo pisado”, o…”pa’ tras, ni pa’ tomar envión”  o frases por el estilo hechas a medida de quien las necesite en algún momento del camino, son los remos del navegante que naufraga en el mar de las dudas, cuando pretende vivir conscientemente.
Todo muy bonito, pero un aroma a destierro, a veces voluntariamente elegido,  otras elegantemente aceptado y otras un poco de ambas,  acicalan el aura y la estela, que un navegante errante deja al pasar.
Como un gitano que decidió zambullirse en lo más profundo del mar. Como un don cualquiera, que no se sabe a ciencia cierta, ni cómo, ni cuándo ni porqué, terminó viviendo más feliz que un culo, o como perro con dos colas, barriendo sin escoba la mierda de abajo de la alfombra.
Cuentan las leyendas de los mares, que los buenos navegantes jamás tuvieron rumbo fijo ni cierto. Como soy el más creyente de los ateos y me deleitan los cuentos, me lo tomo al pié de la letra  y pongo a cuenta de lo que vendrá,  la última gota de ron.


-El Farabute-