sábado, 23 de febrero de 2013

DEUDA PENDIENTE.


No es por gitano que compro y vendo,
es tan solo por pagar una deuda 
que sin adquirirla, considero pendiente.
Es por esas mil y una noches, 
por las velas prendidas sin deudos.
Por esos mil y un besos... 
tan libres, tan ardientes.

Compraría todas las mentiras del mercado, 
sin cheques ni pagarés, las pagaría al contado.
Para regalartelas, con tal de contar 
de contar saberte feliz.
Contar de pagar, lo adeudado al contado.

No digo que sea porque me lo cobres,
digo que es porque quiero pagarlo.
Pagarle a Venus sus dones
y a Eros, pagarle nuestro pecado.

Siendo que una Dama no tiene pasado,
y un Caballero no tiene memoria.
Benditos los ángeles echados al destierro.
Benditas las noches sin pena ni gloria,
y aquellos besos, besos rojo carmín, 
que avalan la deuda, pagada al contado.


Tan dioses y tan Humanos como siempre.
Vas a creer? Claro que te amo!




-El Farabute-

domingo, 17 de febrero de 2013

Habla DRÁCULA – Fernando Savater


Habla DRÁCULA – Fernando Savater

Monólogo quinto
Habla DRACULA (*)
Nadie conoce como el vampiro la alegría de la noche. El día es un espejismo, una perturbación atmosférica: la noche es un complejo y rico estado de ánimo. Paladeo hasta el fondo, hasta el estremecido límite, el júbilo secreto de la noche. ¿Habéis pensado que en el día sólo se ven sombras, bultos que interceptan con su opacidad la luz; mientras que en la noche sólo se ven fulgores, destellos que desmienten la tiniebla? El objetivo del día es lo oscuro, lo opaco, mientras que la noche sólo sabe de resplandores. Pero sabe también que es la oscuridad lo que permite fijarse realmente en la luz y no en los bultos alumbrados por ella; lo mismo que yo sé que es la muerte perennemente padecida lo que faculta para dejarse fascinar plenamente por la vida. Para vivir algo más intenso, más refinado, más sabroso que el discreto sopor de temores y obligaciones llamado habitualmente vida, es imprescindible estar muerto y bien muerto. La muerte es el único interés de la vida, el único aliño que sazona su insipidez. Pero normalmente se nos procura con excesiva generosidad: los hombres viven tan obsesionados por la riqueza pavorosa de la muerte que apenas tienen tiempo para fijarse en la vida, lo mismo que el exceso de luz diurna les ciega para todo lo que no sean sombras y borrones. Pasan su tiempo lo matan, para ser exactos tratando de alejar de sí la muerte, previniéndola, combatiéndola o infligiéndola a los demás, viendo morir a los suyos, compadeciéndoles, envidiándoles, calculando el tiempo que les falta para quedarse del todo sin tiempo. No es raro que sólo imaginen verdadera vida después de la muerte, sea gozada personalmente en un más allá o sea disfrutada por bienaventuradas generaciones futuras. Pero como el cielo es increible y el futuro incierto, la vida aplazada no alcanza verosimilitud. Y, sin embargo, aciertan al menos en una cosa, en que para vivir hay que estar convenientemente muerto…
Tengo resuelto satisfactoriamente el problema que les aflige, como también a mí me afligió un día. He logrado que la vida sea mi único objetivo, mi única obsesión: a mí la vida me acecha y me colma como a ellos la muerte. Y no la vida laboriosa y pacificada del armónico futuro ni las arpas y nubes de insulsos paraísos dogmáticos: no, mi vida, mi maravillosa y plena vida, es la que prometen los pechos desnudos de las doncellas, la que vibra de riesgo y aventura, la que se afirma en el poder o en el terror, la que se cifra en la cálida sangre. Vida presente aquí y ahora; para siempre, sin límites. He tenido que pagar por ella, porque todo tiene un precio, pero no he sido defraudado en mi inversión. Estoy muerto, desde luego: ¿qué otro medio hay para gozar plenamente de la vida como algo positivo, no como un atropellado sueño que se nos escapa? Desde este lado de la muerte, la vida presenta toda su riqueza maravillosa, la sutileza desconcertante de sus experiencias, los prohibidos goces que el temor de la muerte hurta a los mortales. ¡Yo cabalgo el viento, soy señor de los lobos y de las tormentas, alimento con las mujeres más bellas pasiones que la luz del día ni siquiera puede soñar! Cierta noche, aquel inofensivo idiota al que alojé en mi castillo transilvano me vio descender cabeza abajo, como una monstruosa araña, por la inaccesible pared de mi torreón… Es el emblema de mi destino que más me agrada. Recuerdo con nostalgia y cierto fastidio mi viaje a la puritana Inglaterra: fueron aquellos absurdos personajes, el estúpido Jonathan Harker, el sombrío místico Van Helsing, las gazmoñas Lucy Westenra y Mina Murray, quienes crearon la fábula hiperbólica de mi maldad infernal. En Transilvania, un pueblo sabio y por tanto fatalista sabe que el mal es uno de los rostros inevitables de toda grandeza; pero los ingleses se pasman ante él como un escándalo e incluso una descortesía. Por lo visto esperaban que un Inmortal acatase discretamente los preceptos de la moral victoriana… ¡cuando ni siquiera los respetaban las figuras auténticamente nobles de esa época! Nunca entendieron en dónde residía mi peculiaridad: desde aquella brumosa jornada en que llegué al puerto de Whitby en mi barco tripulado por cadáveres, empezaron a inventarme una personalidad que tenía algo de Jack el Destripador y algo de Oscar Wilde, una suerte de Aleister Crowley fantasmal…
Sus códigos están bién para esa temerosa luz en la que se ven obligados a vivir los condenados a la muerte. Pero en mi tiniebla deslumbrante no hay lugar más que para la pasión. El día es ataúd, pero la noche trae el deseo y la aurora regalará sangre. Sólo yo, el muerto, el inmortal, podría contaros qué entrega deliciosa es la vida. Sólo yo, el rey de la noche.

jueves, 14 de febrero de 2013

Un Navegante Errante.



Pasó tanto tiempo como agua bajo un puente del río de la Plata, que ya no le quedan más que un par de recuerdos hechos jirones.
Tal vez sea una suerte de mecanismo de defensa, o tal vez es el futuro siempre limpio y en blanco ejerciendo su acción de prensa, su publicidad cómplice con un destino que tal vez nunca  ya estuvo  escrito.
“No pisar lo pisado”, o…”pa’ tras, ni pa’ tomar envión”  o frases por el estilo hechas a medida de quien las necesite en algún momento del camino, son los remos del navegante que naufraga en el mar de las dudas, cuando pretende vivir conscientemente.
Todo muy bonito, pero un aroma a destierro, a veces voluntariamente elegido,  otras elegantemente aceptado y otras un poco de ambas,  acicalan el aura y la estela, que un navegante errante deja al pasar.
Como un gitano que decidió zambullirse en lo más profundo del mar. Como un don cualquiera, que no se sabe a ciencia cierta, ni cómo, ni cuándo ni porqué, terminó viviendo más feliz que un culo, o como perro con dos colas, barriendo sin escoba la mierda de abajo de la alfombra.
Cuentan las leyendas de los mares, que los buenos navegantes jamás tuvieron rumbo fijo ni cierto. Como soy el más creyente de los ateos y me deleitan los cuentos, me lo tomo al pié de la letra  y pongo a cuenta de lo que vendrá,  la última gota de ron.


-El Farabute-